top of page
  • Foto del escritorEtinar S.A.

Época del Coronavirus

Incertidumbre. Sorpresa. Caos. Colapso. Recesión. Vulnerabilidad. Todas estas son palabras que se me vienen a la mente mientras vivimos una situación sin precedentes en nuestra generación. El Coronavirus nos tomó a todos sin saber que hacer.

La velocidad con la que hoy en día nos enteramos de cada brote epidémico es impresionante. En Wuhan, China nace un virus mortal y dos días después sabíamos de sus consecuencias fatales. Lo que no imaginamos es que se vaya a propagar tan rápidamente al resto del mundo, convirtiéndose en una pandemia.

Al principio no se creía. Sintiéndonos invencibles, esperábamos que algún laboratorio de biotecnología desarrolle rápidamente un antídoto que resuelva el problema. Vimos líderes mundiales tomándolo a la ligera y países enteros que subestimaron el COVID-19 y seguían con sus actividades normales. Nos atrevimos, sin tener idea de la magnitud del virus, a compararlo estadísticamente con otros brotes que según nosotros eran más agresivos. Bueno pues, hoy, estamos todos guardados en nuestras casas asustados como nunca y pareciera que el mundo está cambiando en la forma como lo conocemos.

Los mercados bursátiles, que normalmente tienen una impresionante forma colectiva de predecir crisis financieras, o anticiparlas o incluso producirlas, comenzaron a caer en todas partes. Los analistas trataban de convencer al público que se trataba de una caída anti técnica dado que la economía estaba más sólida que nunca y sus indicadores fundamentales en excelente forma. Pero de lunes a viernes mientras el mercado se derrumbaba, los negocios cerraban y las grandes empresas comenzaban a prepararse para que sus empleados hagan Home Office, los propios analistas tampoco encuentran la receta que les haga sentido. Nadie sabe que hacer.

El problema que se avecina es que el consumo se va a reducir a nivel global, no se lograrán cumplir las metas de producción y podrán haber suspensiones de pago de créditos financieros. El pánico generalizado, la demencia colectiva pueden ser tanto o más graves que el virus por si mismo. Acá en Ecuador, agreguemos además la caída del precio del petróleo; la reducción de la demanda internacional de nuestros principales bienes de exportación, banano o camarón; y, por último, año político donde se nos presentarán los oportunistas de siempre a querer capitalizar del caos.

Pandemia, incendios forestales, deshielo de los polos, inundaciones, terremotos y desastres naturales, parecerían una reacción de la Tierra como un mecanismo de defensa. Recordemos que este planeta tiene varios millones de años antes del surgimiento del ser humano y que ha sobrevivido desde la gran explosión del Big Bang. Nos hemos encargado de destruirla para cambiar su forma y estado natural. También la subestimamos pensándonos superiores en una materia que ignoramos. No conocemos ni el 20% de nuestro propio planeta, absolutamente nada del universo y entendemos muy poco de las leyes que lo rigen. Es hora que hagamos consciencia de lo que está pasando y comencemos a cambiar. Solo con unos pocos días de cuarentena se han reportado reducciones drásticas de contaminación mundial. Esto gracias a nuestro temor de ser contagiados.

Nos debemos a los seres humanos, pero no podemos competir con la naturaleza. Más bien tenemos que unirnos a ella. Así como en economía que es la suma de los pequeños esfuerzos productivos que hacemos los diferentes actores que participamos en ella, es hora que consideremos a la naturaleza como nuestro mejor aliado. Un socio a quien debemos respetar, entender, atender y servir; pero jamas traicionar porque estaríamos atentando contra nuestros propios intereses.

Seamos inteligentes, nos conviene. A lo mejor y ese sería el mejor antídoto contra todos los males que como seres humanos hemos causado y que ahora, de diferentes formas, la Tierra nos lo está reclamando.





- Guillermo Jouvin Arosemena

157 visualizaciones0 comentarios

Entradas Recientes

Ver todo
bottom of page